domingo, 14 de octubre de 2012

SOLO UNA COSA TE FALTA




El hombre le dijo:
—Maestro, todo eso lo he cumplido desde joven.
Jesús lo miró con cariño, y le contestó:
—Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres. Así tendrás riqueza en el cielo. Luego ven y sígueme.
El hombre se afligió al oír esto; y se fue triste, porque era muy rico.
San Marcos 10:20-22

 En nuestro mundo cada día más globalizado, tenemos a nuestro alcance infinidad de estadísticas, investigaciones y estudios. Estos nos muestran la realidad que padece el mundo de hoy, una realidad que todos los seres humanos hemos construido y de la cuál hoy formamos parte.
Un estudio realizado por la Universidad de California en Berkeley, fue publicado en la revista Social Psychological and Personality Science en su edición en línea en julio de este año 2012, este estudio sugiere que los religiosos son mucho menos motivados por la compasión al ayudar a un extraño que los ateos, agnósticos y personas menos religiosas.
En tres experimentos, los científicos sociales descubrieron que la compasión siempre llevó a las personas menos religiosas a ser más generosos. Para las personas muy religiosas, sin embargo, existía gran compasión, pero sin relación con lo generoso que eran.
La plenitud del ser humano se construye más allá de nuestros nombres y apellidos, más allá de nuestros títulos o puestos y más allá de nuestras religiones o creencias. No todo lo que somos, poseemos o creemos determina nuestra plenitud como humanos o como cristianos.
Hoy es momento de cuestionarnos a nosotros mismos. Hermano y hermana, ¿Hay algo más que te falte para alcanzar tu plenitud? ¿Cómo anda tu generosidad en relación a tu compasión por los demás?

Cuando el joven rico se acercó a Jesús, fue impulsado precisamente por la búsqueda de esa plenitud, y a pesar de que él gozaba de una buena posición económica y social, necesitaba de algo más. Era obvio que ese joven sentía una gran admiración por Jesús, aunque existían grandes diferencias entre ellos, pues a Jesús se le podía considerar como un Maestro económicamente pobre, mientras que ese joven era alguien económicamente rico. Aun así al joven no le importó esa diferencia para acercarse a Jesús.
La porción del evangelio de este domingo, San Marcos 10:17-27, nos narra los detalles de este encuentro, en donde el joven mencionado corre y se postra a los pies de Jesús. Aquello que los discípulos de Jesús estaban presenciando era sorprendente, estaban viendo a un joven aristócrata postrado, es decir en posición de reverencia total con la frente en el piso delante de un maestro tan sencillo como Jesús. Esto sorprendió tanto a los presentes, que fue un suceso que quedó registrado en nuestros evangelios de Mateo, Marcos y Lucas y en la actualidad sigue siendo un pasaje bien conocido por muchos.
Entonces el joven, impulsado por conseguir una respuesta de parte de Jesús, le preguntó, “¿Qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?”, Jesús le respondió citándole los mandamientos, “No mates, no cometas adulterio, no robes, no digas mentiras en perjuicio de nadie ni engañes; honra a tu padre y a tu madre.”, “Maestro todo eso lo he cumplido desde joven” le respondió. El joven rico cumplía con todos los requisitos para ser un excelente judío, cumplía los mandamientos, las leyes, los ritos, iba a la sinagoga hacer oración, hacia todo lo que un buen religioso judío tenía que hacer. Pero le faltaba una cosa… En nuestra actualidad hay muchos que son muy devotos a sus religiones, cumplen con todos los requisitos que su iglesia, grupo o institución les pide que cumplan, hacen oraciones, se reúnen, estudian, etc. Todo parece ser bueno, pero analicemos las palabras de Jesús. Jesús sabía que este joven cumplía con todos los requisitos, ya que en esa época era muy importante dar a  notar lo religioso que se era; se oraba públicamente, se daba limosna a la vista de todos, o se tenía un lenguaje religioso que les identificaba. Era en eso en lo que se había convertido el ser un buen judío, un buen hijo de Abraham, un fiel cumplidor de las leyes de Moisés, ese estilo de vida religioso era lo que les daba mucho prestigio y estatus, se daba mucho sobre todo en la clase alta. Jesús miró con compasión a este joven porque pudo ver en él, el esfuerzo que hacia para alcanzar esa posición.
La respuesta del joven rico fue, “todo eso lo he cumplido”, realmente le estaba diciendo a Jesús, “yo soy bueno, yo nunca he hecho daño a nadie, yo cumplo con todo lo que la religión me pide, ¿A caso hay algo mas que deba yo hacer? No lo creo.
Pero veamos aquí, el joven rico estaba seguro de ser un hombre respetable, y lo era, y Jesús lo reconocía, pero eso no era todo, era un hombre respetable, un buen religioso, una buena persona. Y es aquí en donde viene la enseñanza de Jesús. Para Jesús, la vida no se trata de ser únicamente respetable, de ser decente, de ser bueno. No se trataba de cumplir con la ley, cumplir con la religión, cumplir con la cultura, cumplir con la familia, no. Jesús iba más allá de todo eso, porque la respetabilidad moral del ser humano solo se basa en cumplir reglas, y en el caso del joven rico, solo estaba cumpliendo con los “no”, no mates, no cometas adulterio, no robes, etc. Nosotros, al igual que el joven rico, bien podríamos decir, yo he cumplido los mandamientos, yo he cumplido con lo que me pide mi grupo religioso, yo he cumplido con hacer lo que me tocaba hacer, eso me hace ser un buen cristiano o cristiana. Ese es el engaño en el que había caído el joven rico, y en el cuál es fácil que sigamos cayendo actualmente.
Entonces, la respuesta de Jesús fue un reto para el joven; Jesús lo invitó a liberarse de esa respetabilidad moral, a liberarse de ese pensamiento de sentirse bueno por abstenerse de hacer cosas negativas. Haz cumplido con los “no” le dijo Jesús, pero, ¿y ahora? ¿Cómo piensas comenzar a trabajar con los “si”?. “Vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres”, Jesús lo invitó a entregarse a si mismo con todo lo que él era, eso le faltaba hacer al joven rico, ese era el “si” en el que tenía que trabajar para poder seguir a Jesús, eso era lo que lo sacaría del simple cumplimiento de una vida buena y respetable, y que no lo había podido llevar a sentir la fuerza y vitalidad del dar, del compartir, del ser bondadoso, para poder convertirse en un verdadero seguidor de Jesús. ¿Pero porqué?, ¿Porque tenía que hacer eso? Porque tenía que mirar hacia fuera de él mismo, tenia que darse cuenta de que en el mundo no solo habitaba él, porque tenia que darse cuenta de que Dios estaba presente en todos lados a su alrededor, tenia que darse cuenta que sus posesiones no eran todo en la vida, tenía que darse cuenta de que él tenia cosas en su propia vida con las que podía hacer bien a su prójimo, tenia que darse cuenta que él tenia la capacidad de ayudar al necesitado, tenía que darse cuenta que podía ver en su prójimo a su propio hermano. Dios y su prójimo no se encontraban en las leyes, en las reglas, en los ritos, en los sacrificios, sino en la acción de la bondad.
Hermana y hermano, el joven rico cumplía con su religión y eso lo convertía en un buen religioso, era una buena persona. Para Jesús, el ser un cristiano el día de hoy, no significa lo mismo que ser una persona religiosa y cumplidora de los “no”, el ser cristiano se mide por el “que estás haciendo tú, por los demás” ese es el estilo de vida del “si”, esa es la verdadera esencia del cristianismo, con la cuál se alcanza la plenitud humana y en la cuál podemos dignamente seguir el camino que nos conduce a Jesús.
SOLO UNA COSA TE FALTA… Amén.


Revdo. Roberto Aguilar-Cedeño.

14 de octubre del 2012.

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