SOLO UNA COSA TE FALTA
—Maestro,
todo eso lo he cumplido desde joven.
Jesús lo
miró con cariño, y le contestó:
—Una cosa
te falta: anda, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres. Así tendrás
riqueza en el cielo. Luego ven y sígueme.
El hombre
se afligió al oír esto; y se fue triste, porque era muy rico.
San Marcos 10:20-22
En nuestro mundo cada día más globalizado, tenemos
a nuestro alcance infinidad de estadísticas, investigaciones y estudios. Estos
nos muestran la realidad que padece el mundo de hoy, una realidad que todos los
seres humanos hemos construido y de la cuál hoy formamos parte.
Un estudio realizado por la Universidad de
California en Berkeley, fue publicado en la revista Social Psychological and
Personality Science en su edición en línea en julio de este año 2012, este
estudio sugiere que los religiosos son mucho menos motivados por la compasión
al ayudar a un extraño que los ateos, agnósticos y personas menos religiosas.
En tres experimentos, los científicos
sociales descubrieron que la compasión siempre llevó a las personas menos
religiosas a ser más generosos. Para las personas muy religiosas, sin embargo, existía
gran compasión, pero sin relación con lo generoso que eran.
La plenitud del ser humano se construye más
allá de nuestros nombres y apellidos, más allá de nuestros títulos o puestos y
más allá de nuestras religiones o creencias. No todo lo que somos, poseemos o
creemos determina nuestra plenitud como humanos o como cristianos.
Hoy es momento de cuestionarnos a nosotros
mismos. Hermano y hermana, ¿Hay algo más que te falte para alcanzar tu
plenitud? ¿Cómo anda tu generosidad en relación a tu compasión por los demás?
Cuando el joven rico se acercó a Jesús, fue
impulsado precisamente por la búsqueda de esa plenitud, y a pesar de que él gozaba
de una buena posición económica y social, necesitaba de algo más. Era obvio que
ese joven sentía una gran admiración por Jesús, aunque existían grandes
diferencias entre ellos, pues a Jesús se le podía considerar como un Maestro
económicamente pobre, mientras que ese joven era alguien económicamente rico.
Aun así al joven no le importó esa diferencia para acercarse a Jesús.
La porción del evangelio de este domingo, San
Marcos 10:17-27, nos narra los detalles de este encuentro, en donde el joven
mencionado corre y se postra a los pies de Jesús. Aquello que los discípulos de
Jesús estaban presenciando era sorprendente, estaban viendo a un joven
aristócrata postrado, es decir en posición de reverencia total con la frente en
el piso delante de un maestro tan sencillo como Jesús. Esto sorprendió tanto a
los presentes, que fue un suceso que quedó registrado en nuestros evangelios de
Mateo, Marcos y Lucas y en la actualidad sigue siendo un pasaje bien conocido
por muchos.
Entonces el joven, impulsado por conseguir
una respuesta de parte de Jesús, le preguntó, “¿Qué debo hacer para alcanzar la vida
eterna?”,
Jesús le respondió citándole los mandamientos, “No
mates, no cometas adulterio, no robes, no digas mentiras en perjuicio de nadie
ni engañes; honra a tu padre y a tu madre.”, “Maestro todo eso lo he cumplido
desde joven” le
respondió. El joven rico cumplía con todos los requisitos para ser un excelente
judío, cumplía los mandamientos, las leyes, los ritos, iba a la sinagoga hacer
oración, hacia todo lo que un buen religioso judío tenía que hacer. Pero le
faltaba una cosa… En nuestra actualidad hay muchos que son muy devotos a sus
religiones, cumplen con todos los requisitos que su iglesia, grupo o institución
les pide que cumplan, hacen oraciones, se reúnen, estudian, etc. Todo parece
ser bueno, pero analicemos las palabras de Jesús. Jesús sabía que este joven cumplía
con todos los requisitos, ya que en esa época era muy importante dar a notar lo religioso que se era; se oraba
públicamente, se daba limosna a la vista de todos, o se tenía un lenguaje
religioso que les identificaba. Era en eso en lo que se había convertido el ser
un buen judío, un buen hijo de Abraham, un fiel cumplidor de las leyes de Moisés,
ese estilo de vida religioso era lo que les daba mucho prestigio y estatus, se
daba mucho sobre todo en la clase alta. Jesús miró con compasión a este joven
porque pudo ver en él, el esfuerzo que hacia para alcanzar esa posición.
La respuesta del joven rico fue, “todo eso lo
he cumplido”, realmente le estaba diciendo a Jesús, “yo soy bueno, yo nunca he
hecho daño a nadie, yo cumplo con todo lo que la religión me pide, ¿A caso hay
algo mas que deba yo hacer? No lo creo.
Pero veamos aquí, el joven rico estaba seguro
de ser un hombre respetable, y lo era, y Jesús lo reconocía, pero eso no era
todo, era un hombre respetable, un buen religioso, una buena persona. Y es aquí
en donde viene la enseñanza de Jesús. Para Jesús, la vida no se trata de ser únicamente
respetable, de ser decente, de ser bueno. No se trataba de cumplir con la ley,
cumplir con la religión, cumplir con la cultura, cumplir con la familia, no.
Jesús iba más allá de todo eso, porque la respetabilidad moral del ser humano
solo se basa en cumplir reglas, y en el caso del joven rico, solo estaba
cumpliendo con los “no”, no mates, no cometas adulterio, no robes, etc. Nosotros,
al igual que el joven rico, bien podríamos decir, yo he cumplido los
mandamientos, yo he cumplido con lo que me pide mi grupo religioso, yo he
cumplido con hacer lo que me tocaba hacer, eso me hace ser un buen cristiano o
cristiana. Ese es el engaño en el que había caído el joven rico, y en el cuál
es fácil que sigamos cayendo actualmente.
Entonces, la respuesta de Jesús fue un reto para
el joven; Jesús lo invitó a liberarse de esa respetabilidad moral, a liberarse
de ese pensamiento de sentirse bueno por abstenerse de hacer cosas negativas. Haz
cumplido con los “no” le dijo Jesús, pero, ¿y ahora? ¿Cómo piensas comenzar a
trabajar con los “si”?. “Vende
todo lo que tienes y dáselo a los pobres”, Jesús lo invitó a entregarse a si
mismo con todo lo que él era, eso le faltaba hacer al joven rico, ese era el
“si” en el que tenía que trabajar para poder seguir a Jesús, eso era lo que lo
sacaría del simple cumplimiento de una vida buena y respetable, y que no lo había
podido llevar a sentir la fuerza y vitalidad del dar, del compartir, del ser
bondadoso, para poder convertirse en un verdadero seguidor de Jesús. ¿Pero
porqué?, ¿Porque tenía que hacer eso? Porque tenía que mirar hacia fuera de él
mismo, tenia que darse cuenta de que en el mundo no solo habitaba él, porque
tenia que darse cuenta de que Dios estaba presente en todos lados a su
alrededor, tenia que darse cuenta que sus posesiones no eran todo en la vida,
tenía que darse cuenta de que él tenia cosas en su propia vida con las que
podía hacer bien a su prójimo, tenia que darse cuenta que él tenia la capacidad
de ayudar al necesitado, tenía que darse cuenta que podía ver en su prójimo a
su propio hermano. Dios y su prójimo no se encontraban en las leyes, en las
reglas, en los ritos, en los sacrificios, sino en la acción de la bondad.
Hermana y hermano, el joven rico cumplía con su
religión y eso lo convertía en un buen religioso, era una buena persona. Para
Jesús, el ser un cristiano el día de hoy, no significa lo mismo que ser una
persona religiosa y cumplidora de los “no”, el ser cristiano se mide por el “que
estás haciendo tú, por los demás” ese es el estilo de vida del “si”, esa es
la verdadera esencia del cristianismo, con la cuál se alcanza la plenitud
humana y en la cuál podemos dignamente seguir el camino que nos conduce a
Jesús.
SOLO UNA COSA TE FALTA… Amén.
Revdo. Roberto Aguilar-Cedeño.
14 de octubre del 2012.
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