YA NO SOMOS DOS, SINO UNO SOLO
“Algunos
fariseos se acercaron a Jesús y, para tenderle una trampa, le preguntaron si al
esposo le está permitido divorciarse de su esposa. Él les contestó:
— ¿Qué les
mandó a ustedes Moisés?
Dijeron:
—Moisés
permitió divorciarse de la esposa dándole un certificado de divorcio.
Entonces
Jesús les dijo:
—Moisés
les dio ese mandato por lo tercos que son ustedes. Pero en el principio de la
creación, “Dios los creó hombre y mujer.” San
Marcos 10:2-6
La
noción de patriarcado hace referencia a las estructuras
institucionales e ideologías que mantienen y fundan la dominación sobre las
mujeres y la desvalorización de lo femenino en cada cultura y sociedad. Entre
las instituciones que contribuyen a mantener este dominio están: la familia
patriarcal, la maternidad forzada, la heterosexualidad obligatoria.
Estas situaciones
parecen ir cambiando, pero según cada contexto histórico, político y económico,
se renuevan y reaparecen nuevos sistemas de dominio y opresión. Esta forma de
(des)organización de las sociedades nos lleva a considerar que, con diversos
matices, nuestros países son patriarcales en sus estructuras, instituciones,
imaginarios y modos de relación. En ese contexto se produce la socialización
patriarcal, por medio de la cual niños y niñas desde pequeños van
aprendiendo-interiorizando lo que se espera de los hombres y de las mujeres. De
alguna manera, todos estos elementos se articulan en una lógica de género cuya
expresión más extrema es el sexismo.
Fuente: Fondo de Población de la Naciones
Unidas.
La violencia
contra la mujer ha sido una realidad desde tiempos ancestrales, pero también
sigue siendo una realidad actualmente. El pasado 5 de octubre del 2012, “El
presidente del Consejo General de la Ciudadanía Española en el Exterior, José
Manuel Castelao, ha provocado una enorme polémica en España tras haber
declarado que "las leyes son como las mujeres, son para violarlas".” http://bit.ly/SE3SUg
Es penoso y
lamentable que siga existiendo en nuestros días un pensamiento como ese, que
solo refleja una grabe distorsión en la relación hombre-mujer.
Ahora bien, nos
corresponderá a nosotros como seguidores del mensaje de Jesucristo, analizar
nuestras propias acciones, para poder cambiar en nuestros pensamientos lo que
debamos cambiar al respecto de este tema. Y propiciar de esa manera, una mejor
relación entre el hombre y la mujer. Pero, ¿cómo saber lo que Dios ha deseado
para tal relación? ¿Crees que Jesucristo habló algo al respecto?
Veamos, en la
porción del evangelio para este domingo, San Marcos 10:2-9, Jesús se enfrenta
nuevamente al juicio de los representantes religiosos de su época. Y podemos
estar seguros de que Jesús no podía dar una respuesta sencilla, ante una
pregunta tan polémica. Ya que en esos días el rey Herodes se había divorciado y
vuelto a casar, así que Jesús debía responder de manera que no provocara la ira
de sus adversarios. Pero no por ello Jesús dejaría a un lado sus principios y
su pensamiento.
En ese
momento, el tema del divorcio no era solamente un tema más, sino que era el
tema más urgente por definir para los religiosos de ese tiempo. Pero para
entender mejor la respuesta de Jesús, debemos entender un poco más lo que
significaba el matrimonio y el divorcio en el mundo judío de esos días. En
primer lugar, el hombre era el sujeto de la relación y la mujer era el objeto,
así que la mujer no tenia derechos legales, ella solamente estaba a la
disposición del marido, pues él era la cabeza de la familia. El matrimonio
únicamente era un contrato, que se podía romper únicamente a través del hombre,
pues él era el único que podía autorizar el divorcio. Por esa razón, el
matrimonio era para la mujer algo incierto, pues podía quedar desamparada si el
hombre decidía que se llevara a cabo el divorcio.
Había
únicamente cuatro motivos por los que la mujer podía solicitar el divorcio a su
marido: si él contraía lepra, si se dedicaba a un trabajo repugnante, si
violaba a una virgen o si la acusaba falsamente de un pecado prenupcial. Mientras
que el hombre podía divorciar a su mujer siguiendo la interpretación de la ley,
que decía: “Si un hombre toma una mujer y se casa con ella,
pero después resulta que no le gusta por haber encontrado en ella algo
indecente, le dará por escrito un certificado de divorcio y la despedirá de su casa.” Deuteronomio
24:1 Este texto de nuestro Antiguo Testamento, tenía
dos formas de interpretación, una de ellas era que la frase “algo indecente”
quería decir únicamente “adulterio” así que fuera de eso no había motivo para
el divorcio. La otra forma de interpretación decía que esa misma frase podía significar,
“que la mujer estropeaba la comida”, “si hablaba en la calle”, “si hablaba con
un extraño”, “si hablaba irrespetuosamente de los parientes de su marido en su
presencia” o “si se le oyera en la casa de al lado”. Otra interpretación aún
más extrema decía que quería decir que un hombre podía divorciar a su mujer si
encontraba a otra que le pareciera más bonita que ella.
La respuesta de Jesús fue
mas allá de este tipo de interpretaciones superficiales, y aunque estas se
basadas en la ley de Moisés, Jesús citó un texto aún mas antiguo, que decía: “Cuando
Dios creó al hombre, lo creó a su imagen; varón y mujer los creó,” Génesis 1:27 y “Por eso el hombre
deja a su padre y a su madre para unirse a su esposa, y los dos llegan a ser
como una sola persona. Génesis 2:24
Jesús sabía que el texto de
Deuteronomio había sido aplicado a una situación especial, pero que no se le
debía vincular con otra época y con situaciones distintas. Jesús quiere poner
en claro también la igualdad con la que la mujer fue creada por Dios en
relación al hombre, y que ninguno es superior al otro, que más bien son
compañeros de la creación.
El evangelio apócrifo de
Tomas dice en su proverbio 22: “Jesús les ha dicho: Cuando hagáis de
los dos uno, y hagáis el interior como el exterior y el exterior como el
interior y lo de arriba como lo de abajo, y cuando establezcáis el varón
con la hembra como una sola unidad de tal modo que el hombre no sea masculino
ni la mujer femenina, cuando establezcáis un ojo en el lugar de un ojo y
una mano en el lugar de una mano y un pie en el lugar de un pie y una
imagen en el lugar de una imagen, entonces entraréis en el Reino.”
Ahora podemos
ver con mayor claridad lo que Dios, a través de Jesús nos dice: varón y mujer, Jesús
no hablaba de separación o de diferenciar a uno con el otro, Jesús habla de una
misma esencia, una esencia adherida entre creador y creación, un mismo ser, un
mismo sentir, un mismo objetivo, un mismo camino, una sola fe, una sola fuente
de amor. Para Jesús solo existe un solo género, el humano, para él solo existe
un único ser, la diversidad de sentimientos poseen un mismo principio, la
diversidad de emociones poseen un mismo origen, solo uno, no existen dos elementos ajenos uno
del otro, porque el origen los une.
Se nos ha
presentado a través de los siglos que la mujer debe estar a un lado específico y
el hombre en otro distinto, pero cuando profundizamos en las palabras de Jesús
descubrimos que esas exposiciones salen sobrando, porque el hombre y la mujer
es un único ser, una misma esencia, una misma fuerza, una misma vida. La mujer
no es mayor ni menor, y el hombre no es mayor ni menor, los dos ya no son dos,
sino uno mismo, por esa razón Cristo nos lleva en ser más tolerantes,
pacientes, amorosos, íntegros, leales, responsables y honestos con el lado
opuesto, porque no se trata de enaltecer o de humillar a nadie; sino de
trabajar en equipo como uno solo. Hermano ve a la mujer como tu propio ser, tu
hermana, tu madre, tu tía, tu vecina, tu amiga, etc. Hermana ve al hombre como
tu propio ser, tu hermano, tu padre, tu tío, tu vecino, tu amigo, etc. Animémonos
a tomar este estilo de vida, que se aplica tanto en el matrimonio, en las
relaciones de pareja, con las amistades, en las relaciones de trabajo, en las
relaciones de familia, en fin, cualquier circunstancia es idónea para
practicarlo. Tanto hombres como mujeres tenemos las mismas oportunidades, las
mismas responsabilidades y los mismos derechos. Hermana y hermano, Dios ya no
quiere que nos dividamos, porque ya no somos dos, ahora somos uno solo. Amén.
Pbro. Roberto Aguilar-Cedeño.
7 de octubre de 2012.
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