sábado, 6 de octubre de 2012

YA NO SOMOS DOS, SINO UNO SOLO




“Algunos fariseos se acercaron a Jesús y, para tenderle una trampa, le preguntaron si al esposo le está permitido divorciarse de su esposa. Él les contestó:
— ¿Qué les mandó a ustedes Moisés?
Dijeron:
—Moisés permitió divorciarse de la esposa dándole un certificado de divorcio.
Entonces Jesús les dijo:
—Moisés les dio ese mandato por lo tercos que son ustedes. Pero en el principio de la creación, “Dios los creó hombre y mujer.” San Marcos 10:2-6

La noción de patriarcado hace referencia a las estructuras institucionales e ideologías que mantienen y fundan la dominación sobre las mujeres y la desvalorización de lo femenino en cada cultura y sociedad. Entre las instituciones que contribuyen a mantener este dominio están: la familia patriarcal, la maternidad forzada, la heterosexualidad obligatoria.
Estas situaciones parecen ir cambiando, pero según cada contexto histórico, político y económico, se renuevan y reaparecen nuevos sistemas de dominio y opresión. Esta forma de (des)organización de las sociedades nos lleva a considerar que, con diversos matices, nuestros países son patriarcales en sus estructuras, instituciones, imaginarios y modos de relación. En ese contexto se produce la socialización patriarcal, por medio de la cual niños y niñas desde pequeños van aprendiendo-interiorizando lo que se espera de los hombres y de las mujeres. De alguna manera, todos estos elementos se articulan en una lógica de género cuya expresión más extrema es el sexismo.                                                Fuente: Fondo de Población de la Naciones Unidas.

La violencia contra la mujer ha sido una realidad desde tiempos ancestrales, pero también sigue siendo una realidad actualmente. El pasado 5 de octubre del 2012, “El presidente del Consejo General de la Ciudadanía Española en el Exterior, José Manuel Castelao, ha provocado una enorme polémica en España tras haber declarado que "las leyes son como las mujeres, son para violarlas".” http://bit.ly/SE3SUg
Es penoso y lamentable que siga existiendo en nuestros días un pensamiento como ese, que solo refleja una grabe distorsión en la relación hombre-mujer.
Ahora bien, nos corresponderá a nosotros como seguidores del mensaje de Jesucristo, analizar nuestras propias acciones, para poder cambiar en nuestros pensamientos lo que debamos cambiar al respecto de este tema. Y propiciar de esa manera, una mejor relación entre el hombre y la mujer. Pero, ¿cómo saber lo que Dios ha deseado para tal relación? ¿Crees que Jesucristo habló algo al respecto?   

Veamos, en la porción del evangelio para este domingo, San Marcos 10:2-9, Jesús se enfrenta nuevamente al juicio de los representantes religiosos de su época. Y podemos estar seguros de que Jesús no podía dar una respuesta sencilla, ante una pregunta tan polémica. Ya que en esos días el rey Herodes se había divorciado y vuelto a casar, así que Jesús debía responder de manera que no provocara la ira de sus adversarios. Pero no por ello Jesús dejaría a un lado sus principios y su pensamiento.
En ese momento, el tema del divorcio no era solamente un tema más, sino que era el tema más urgente por definir para los religiosos de ese tiempo. Pero para entender mejor la respuesta de Jesús, debemos entender un poco más lo que significaba el matrimonio y el divorcio en el mundo judío de esos días. En primer lugar, el hombre era el sujeto de la relación y la mujer era el objeto, así que la mujer no tenia derechos legales, ella solamente estaba a la disposición del marido, pues él era la cabeza de la familia. El matrimonio únicamente era un contrato, que se podía romper únicamente a través del hombre, pues él era el único que podía autorizar el divorcio. Por esa razón, el matrimonio era para la mujer algo incierto, pues podía quedar desamparada si el hombre decidía que se llevara a cabo el divorcio.
Había únicamente cuatro motivos por los que la mujer podía solicitar el divorcio a su marido: si él contraía lepra, si se dedicaba a un trabajo repugnante, si violaba a una virgen o si la acusaba falsamente de un pecado prenupcial. Mientras que el hombre podía divorciar a su mujer siguiendo la interpretación de la ley, que decía: Si un hombre toma una mujer y se casa con ella, pero después resulta que no le gusta por haber encontrado en ella algo indecente, le dará por escrito un certificado de divorcio y la despedirá de su casa.” Deuteronomio 24:1 Este texto de nuestro Antiguo Testamento, tenía dos formas de interpretación, una de ellas era que la frase “algo indecente” quería decir únicamente “adulterio” así que fuera de eso no había motivo para el divorcio. La otra forma de interpretación decía que esa misma frase podía significar, “que la mujer estropeaba la comida”, “si hablaba en la calle”, “si hablaba con un extraño”, “si hablaba irrespetuosamente de los parientes de su marido en su presencia” o “si se le oyera en la casa de al lado”. Otra interpretación aún más extrema decía que quería decir que un hombre podía divorciar a su mujer si encontraba a otra que le pareciera más bonita que ella.
La respuesta de Jesús fue mas allá de este tipo de interpretaciones superficiales, y aunque estas se basadas en la ley de Moisés, Jesús citó un texto aún mas antiguo, que decía: Cuando Dios creó al hombre, lo creó a su imagen; varón y mujer los creó,”  Génesis 1:27 yPor eso el hombre deja a su padre y a su madre para unirse a su esposa, y los dos llegan a ser como una sola persona. Génesis 2:24
Jesús sabía que el texto de Deuteronomio había sido aplicado a una situación especial, pero que no se le debía vincular con otra época y con situaciones distintas. Jesús quiere poner en claro también la igualdad con la que la mujer fue creada por Dios en relación al hombre, y que ninguno es superior al otro, que más bien son compañeros de la creación.
El evangelio apócrifo de Tomas dice en su proverbio 22: Jesús les ha dicho: Cuando hagáis de los dos uno, y hagáis el interior como el exterior y el exterior como el interior y lo de arriba como lo de abajo, y cuando establezcáis el varón con la hembra como una sola unidad de tal modo que el hombre no sea masculino ni la mujer femenina, cuando establezcáis un ojo en el lugar de un ojo y una mano en el lugar de una mano y un pie en el lugar de un pie y una imagen en el lugar de una imagen, entonces entraréis en el Reino.” 

Ahora podemos ver con mayor claridad lo que Dios, a través de Jesús nos dice: varón y mujer, Jesús no hablaba de separación o de diferenciar a uno con el otro, Jesús habla de una misma esencia, una esencia adherida entre creador y creación, un mismo ser, un mismo sentir, un mismo objetivo, un mismo camino, una sola fe, una sola fuente de amor. Para Jesús solo existe un solo género, el humano, para él solo existe un único ser, la diversidad de sentimientos poseen un mismo principio, la diversidad de emociones poseen un mismo origen,  solo uno, no existen dos elementos ajenos uno del otro, porque el origen los une.
Se nos ha presentado a través de los siglos que la mujer debe estar a un lado específico y el hombre en otro distinto, pero cuando profundizamos en las palabras de Jesús descubrimos que esas exposiciones salen sobrando, porque el hombre y la mujer es un único ser, una misma esencia, una misma fuerza, una misma vida. La mujer no es mayor ni menor, y el hombre no es mayor ni menor, los dos ya no son dos, sino uno mismo, por esa razón Cristo nos lleva en ser más tolerantes, pacientes, amorosos, íntegros, leales, responsables y honestos con el lado opuesto, porque no se trata de enaltecer o de humillar a nadie; sino de trabajar en equipo como uno solo. Hermano ve a la mujer como tu propio ser, tu hermana, tu madre, tu tía, tu vecina, tu amiga, etc. Hermana ve al hombre como tu propio ser, tu hermano, tu padre, tu tío, tu vecino, tu amigo, etc. Animémonos a tomar este estilo de vida, que se aplica tanto en el matrimonio, en las relaciones de pareja, con las amistades, en las relaciones de trabajo, en las relaciones de familia, en fin, cualquier circunstancia es idónea para practicarlo. Tanto hombres como mujeres tenemos las mismas oportunidades, las mismas responsabilidades y los mismos derechos. Hermana y hermano, Dios ya no quiere que nos dividamos, porque ya no somos dos, ahora somos uno solo. Amén.



Pbro. Roberto Aguilar-Cedeño.

7 de octubre de 2012.

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